La brecha salarial de género permanece en los países latinoamericanos.
Las mujeres que trabajan en los mismos puestos y con cualificaciones igualmente impresionantes siguen ganando menos que los hombres. Esto plantea importantes cuestiones: ¿cómo podemos abordar este problema? ¿Qué estrategias pueden ponerse en marcha para lograr la igualdad social y una verdadera justicia salarial? La brecha salarial tiene consecuencias de largo alcance para las mujeres y sus familias
Esta brecha salarial de género se ve perpetuada por la carga social de los roles tradicionales de género, el acceso reducido a la educación, una cultura machista y una protección legal limitada para las trabajadoras. La brecha salarial en América Latina ha tenido un enorme impacto en la vida de las mujeres de la región.
Debido a esta discriminación salarial, las mujeres de América Latina experimentan sistemáticamente mayores niveles de pobreza y desigualdad que los hombres, y casi el 60% gana menos de 350 dólares al mes. En promedio, las mujeres ganan 20% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, lo que crea una injusticia económica que muchas mujeres luchan por superar. Además, si sólo se consideran los puestos directivos, puede haber una disparidad de hasta el 60%.
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Esta diferencia se traduce en salarios más bajos para las mujeres a lo largo de toda su carrera y en un ahorro significativamente menor para la jubilación. La brecha salarial también contribuye a crear una sensación de desigualdad en las mujeres y dificulta su progreso profesional, social, educativo y hasta político.
Reducir la brecha salarial de género en América Latina es una tarea importante para la sociedad moderna y será fundamental para el crecimiento económico de la región. Los gobiernos y las empresas deben instituir políticas que reduzcan la disparidad salarial entre hombres y mujeres a todos los niveles.
Es crucial centrarse en la creación de redes de apoyo para las madres trabajadoras, de modo que puedan continuar sus carreras mientras cuidan de sus familias. También se podrían incluir iniciativas como las cuotas de contratación en determinados campos, para que las mujeres tengan las mismas oportunidades al entrar en el mercado laboral; la mejora de la protección de los trabajadores para que puedan recibir una compensación justa por su trabajo; y la promoción de prácticas empresariales inclusivas, como la aplicación de horarios de trabajo flexibles que permitan a los empleados perseguir sus ambiciones profesionales y al mismo tiempo tener tiempo para cuidar de sus familias.
Todas estas medidas crearán una sociedad más justa y equitativa, en la que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades de contribuir de forma significativa a sus lugares de trabajo, beneficiando así a los hogares y a la región en su conjunto.
Por María Isabel Terán de Bonetti, Presidenta de Grupo Terán